Había una vez en un rincón escondido del mundo, un bosque especial conocido como el “Bosque del Recuerdo”. En este bosque, cada árbol representaba una emoción, una memoria o un ser querido que habíamos perdido. Los visitantes a menudo se adentraban en el bosque buscando consuelo, cada uno con su propio duelo.
Lena era una de esas almas, que llegó al bosque llevando el peso de una pérdida reciente. Buscaba algo—una respuesta, un abrazo cósmico, algo que calme el remolino de emociones que la inundaba.
La Luz Entre los Árboles
Lena se encontró en una clara iluminada por los rayos del sol, donde decidió sentarse. Inspirada por la serenidad del lugar, cerró los ojos y se sumió en una meditación profunda. Con cada respiración, Lena se conectaba más con ese sentimiento primordial de existencia y amor que estaba más allá de las palabras. A medida que su mente se aquietaba, podía sentir el amor fluyendo a través de ella, tan real como la tierra en la que se sentaba.
El Árbol de las Emociones
Lena se sintió atraída por un árbol en particular. Al acercarse, pudo ver que estaba lleno de marcas y cicatrices, pero también de nuevos brotes. Como si el árbol le hablase, Lena entendió que cada marca y cicatriz era una emoción, una experiencia que formaba parte de su historia. Se permitió sentir cada emoción, cada punzada de dolor y cada pizca de alegría, sin juzgarlas. A medida que las aceptaba, se sentía más en paz.
La Enseñanza de la Mariposa
En ese momento, una mariposa dorada apareció, revoloteando alrededor del árbol y luego aterrizando suavemente en la mano de Lena. La mariposa le recordó que las emociones, al igual que ella, no estaban allí para quedarse; sólo estaban de paso. La mariposa luego voló hacia un rincón del bosque donde los rayos del sol se derramaban sobre un lago tranquilo.
El Lago de la Calma Imperturbable
Lena siguió a la mariposa hasta el lago y se sentó en su orilla. Aquí, se dió cuenta de una verdad profunda. Mientras observaba cómo el agua del lago reflejaba el cielo sin intentar retener ninguna de las nubes que pasaban, comprendió que podía aplicar la misma ausencia de preferencias internas en su propia vida. Lena se permitió sentir su duelo sin querer cambiarlo, y al hacerlo, algo dentro de ella cambió.
El Regreso
Con una sensación de paz y gratitud, Lena regresó del Bosque del Recuerdo, llevando consigo la comprensión de que en la aceptación y la ausencia de preferencias internas, había encontrado un camino hacia la paz. Y aunque el bosque seguiría siendo un lugar al que podría regresar, sabía que el verdadero santuario residía en su interior, accesible en cualquier momento a través de la meditación y la conciencia del ser.
Y así, Lena regresó al mundo, una mujer transformada, con el alma más liviana y el corazón lleno de un amor inmutable, sabiendo que en cada final hay también un nuevo comienzo.
Cuento adaptado por Santos Martín.
Foto de Vyacheslav Bobin